EL DEDO

Agua que se ve no hierve. El viejo refrán aplica para la obra más anunciada, la más esperada y la más complicada de este milenio en Guaymas cuya historia reciente justifica la impaciencia de comerciantes y automovilistas en torno a los trabajos en la avenida Serdán.

Porque antes de la 4T hubo administraciones recordadas por sus promesas incumplidas y obras mal hechas de la mano de la corrupción impresa en cada contrato, cada proyecto y cada inversión para sembrar arraigado escepticismo de una comunidad que hoy reclama atención.

Con el antecedente de pésimas experiencias ahora se exige conocer a detalle el plan de trabajo de la constructora que, hay que señalarlo con el DEDO, empezó mal y lento como si no conociera la reacción de gente cansada de burlas que hoy demanda cuentas al gobierno.

Por esa desesperación es que tanto las autoridades como la empresa deben apurarse porque no es posible que todos sacrifiquen algo menos ellos.

Los comerciantes le han perdido, tuvieron que adaptar servicio, gastar en promociones y aceptar la baja de ventas como parte del costo del progreso al igual que los vendedores ambulantes, transportistas, maestros, estudiantes, padres de familia y automovilistas.

Mientras que los contratistas se han portado pasivos, con jornadas muy convenientes como si fuera horario de oficina, descanso los fines de semana, días de asueto y una calma que no cabe en quienes tienen cerrada una vialidad tan importante en la vida de la ciudad.

Y aunque digan que hay ciertos avances y que trabajan de acuerdo a los tiempos del proyecto, es desesperante ver todos los días las mismas máquinas, las mismas zanjas y las mismas piedras.

Así que para evitar conflictos y que la gente en verdad agradezca la inversión vale más que la empresa ajuste sus horarios y si tiene que pagar tiempo extra a sus cuadrillas pues que los pague porque no es justo dejar el costo y todas las molestias a la gente sin poner de su parte para hacer las cosas bien y con agilidad como lo necesita el sector comercial.