De política y cosas peores
CIUDAD DE MÉXICO.- Le regalaron una pequeña tortuga al dueño de la cantina del lugar. No supo qué hacer con ella, y concibió una idea: haría entre sus clientes un concurso a ver quién bebía más. Al ganador le daría la tortuga como premio sorpresa.
En efecto, se llevó a cabo el torneo, y al tipo que bebió más le entregó la tortuga en una caja. Al día siguiente pregunta al ganador: «¿Te gustó el premio, Empédocles?». Responde el borrachín: «La carne de la torta estaba buena, pero el pan lo sentí un poquito duro»… El viejecito hacía recuerdos de los turbulentos días de la Revolución. «Un día -cuenta a su nietecito con temblorosa voz-, entraron dos zapatistas a la casa en que vivíamos, sacaron sus puñales y le quitaron un pecho a la criada». «¡Qué cosa tan horrible! -se espanta el nieto-. ¿Y a mi abuelita no le hicieron nada?». «A ella le fue peor -contesta el viejecito con su voz vacilante-. A ella le quitaron uno chincuenta»… En un apartado rincón de la plazuela se afanaba Pepito en demostrar su gran cariño y ardiente admiración a Rosilita, a la que abrazaba con entusiasmo grande y besaba con admirable asiduidad. Dos maduras damas pasan por ahí y contemplan el primaveral espectáculo. «¡Caramba! -exclama una de ellas viendo aquel precoz amor-. ¡Ya no quedan niños en el mundo!». «Ya los haremos, señora -responde Pepito-, ya los haremos»… El señor y la señora daban instrucciones al arquitecto que les diseñaría su casa. «Póngale un cuarto de juegos -pide el hombre-, para meter ahí a mis amigos». Ordena la señora: «Y ponga en la recámara un clóset bien grande, para meter yo a los míos»… Babalucas fue invitado a una fiesta, pero no tenía traje para la ocasión. Se armó de valor, consiguió una pistola y fue a una tienda de ropa para caballeros. Saca el arma y le dice al encargado con voz amenazante: «-¡Necesito un buen traje, y no tengo dinero! ¡Si no me entregas uno ya puedes despedirte de la vida!». Lleno de miedo el muchacho le da un traje. «-Es el mejor que tenemos -le dice temblando-. Cuesta 5 mil pesos». Muy impresionado le pregunta Babalucas: «-¿No tienes algo más barato?»… Doña Burcelaga se fue a vivir temporalmente a Roma, pues por motivos de trabajo su esposo se encontraba ahí. El primer día de su estancia salió a buscar algo para comer. No sin cierta admiración se detuvo frente a un enorme edificio que tenía una gran puerta muy ornamentada. Llama y le abre un imponente guardia suizo. Le pregunta la señora al guardia: «-¿Tienen chiles rellenos?». «-¿Qué?» -se asombra el guardia-. «-Que si tienen chiles rellenos» -insiste la mujer-. «-Oiga no -replica el guardia-. De eso no hay aquí». «-Debería haber -se enoja la señora-. ¿Entonces para qué tienen ese letrero en la puerta: ‘Cocina Económica’?». «-El letrero dice ‘Concilio Ecuménico'» -le informa el guardia-… La señora sufría mucho porque su niño era un problema: de todas las escuelas lo expulsaban por su mala conducta. Decide llevarlo con un siquiatra. «-Creo que con unas semanas de tratamiento el niño modificará su conducta -le dice el analista-. Tráigamelo el próximo lunes. Mientras tanto le daré a usted estas pastillas tranquilizantes para aliviarle la angustia y ansiedad que el comportamiento del niño le provoca». Llegó el lunes y la señora no se apareció. El siquiatra toma el teléfono y la llama. «-¿Por qué no trajo al niño?» -le pregunta-. Y le responde la mujer: «-¿Cuál niño?»… El tío rico enfermó de gravedad. Un médico les dijo a sus sobrinos que el paciente debía ser sometido de inmediato a una operación quirúrgica. La intervención se llevó a cabo. Sale del quirófano el facultativo, y muy apenado les informa a los sobrinos: «Lo siento mucho. Hicimos todo lo que pudimos, pero el señor vivió»… FIN.
MIRADOR
Por Armando Fuentes Aguirre
Con su vida nos enseñó Cristo una lección; con su muerte otra.
La suprema enseñanza que nos presenta la vida de Jesús es el amor. En esa sola palabra pueden resumirse todas sus obras y toda su predicación.
El magisterio que nos ofrece la muerte del Crucificado es -paradójicamente- que no hay muerte. Su resurrección es victoria que nos anuncia nuestra propia resurrección: si estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, entonces los hombres resucitaremos también, como Él.
Tales son las supremas enseñanzas del cristianismo: el amor y el triunfo eterno de la vida. Si verdaderamente amamos no habrá para nosotros muerte. El amor a Dios en sus criaturas nos llevará a la vida que no tiene final.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
Por AFA
«… Regresa la gente de las vacaciones…».
Terminado ya ese sueño
-decía un correveidile-,
comienza ahora el desfile
hacia las casas de empeño.
NOTA
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