Descubren vida microbiana activa en una de las zonas más áridas del planeta: el desierto de Atacama
Un equipo de científicos ha logrado identificar comunidades microbianas activas en una de las regiones más secas e inhóspitas del planeta: el desierto de Atacama, al norte de Chile. Este hallazgo es altamente relevante no solo para la biología terrestre, sino también para la astrobiología, ya que demuestra que la vida puede persistir en condiciones extremas muy similares a las que existen en Marte.
El descubrimiento se produjo al estudiar formaciones subterráneas conocidas como nódulos salinos, estructuras minerales que atrapan pequeñas cantidades de humedad y protegen a los microorganismos del ambiente hostil de la superficie. En estos ambientes protegidos, los investigadores detectaron bacterias vivas y metabólicamente activas, que logran sobrevivir con recursos mínimos, adaptadas a altos niveles de radiación solar, bajas concentraciones de agua y temperaturas extremas.
Estos microbios no solo resisten las condiciones del entorno, sino que participan en procesos bioquímicos complejos, como la fijación de nitrógeno o la producción de compuestos antioxidantes. Su metabolismo lento y especializado les permite conservar energía y reproducirse de manera extremadamente eficiente, incluso en ausencia de nutrientes comunes.
El desierto de Atacama es considerado uno de los análogos naturales más cercanos al paisaje marciano, y por ello, el hallazgo de vida en sus regiones más áridas aporta datos valiosos para las futuras misiones de exploración a Marte y otros cuerpos planetarios. Las similitudes en la composición del suelo, la escasez de agua líquida y la intensa radiación UV convierten a estos ecosistemas en modelos ideales para estudiar cómo podría haberse desarrollado o mantenerse aún vida microbiana en el planeta rojo.
Además, la presencia de esta microbiota resistente abre nuevas posibilidades en el campo de la biotecnología. Algunas de las enzimas y compuestos que producen estos organismos podrían tener aplicaciones industriales, médicas o en la creación de tecnologías para soportar condiciones extremas, como las que se esperan en futuras misiones espaciales tripuladas.
Este descubrimiento desafía los límites tradicionales sobre dónde puede existir la vida y demuestra que incluso en los lugares más extremos de la Tierra, la biología encuentra formas de adaptarse y prosperar. También renueva el interés científico por seguir explorando entornos terrestres extremos en busca de respuestas que ayuden a entender los orígenes de la vida y su potencial distribución en el universo.